Dosier
Espacio, territorio y ambiente: conceptualizaciones en el contexto de la(s)crisis
Resumen: El texto analiza las implicancias teórico-metodológicas de la afirmación: El territorio es una construcción social a través del espacio tiempo. El análisis se sitúa en el actual contexto de crisis de las relaciones capitalistas a escala global. Como reflexión ex-post de trabajos de investigación la autora se propone: profundizar el análisis de conceptos en relación a la trialéctica espacio-tiempo-sociedad; actualizar esos conceptos enlazándolos a la época del capitaloceno; y aplicar esta contextualización y esos conceptos a la producción social de viviendas desde un enfoque posdisciplinar, crítico, decolonial y con foco en problemas ambientales situados.
Palabras clave: Ambiente, Territorio, Capitaloceno, Posdisciplina, Territorialidades.
Space, territory and environment: conceptualizations in the context of the crisis/es
Abstract: The text analyzes the theoretical-methodological implications of the statement: Territory is a social construction through space-time. The analysis is situated in the current context of crisis of capitalist relations on a global scale. As an ex-post reflection on research work, the author proposes: to deepen the analysis of concepts in relation to the space-time-society trialectic; update these concepts by linking them to the Capitalocene era; and apply this contextualization and these concepts to the social production of housing from a postdisciplinary, critical, decolonial approach with a focus on situated environmental problems.
Keywords: Environment, Territory, Capitalocene, Post-discipline, Territorialities.
Porqué crisis múltiple y para qué
Referir a un proceso de crisis múltiple desde una perspectiva latinoamericana puede tener muchas lecturas. Este escrito analiza las implicancias teórico-metodológicas de la siguiente afirmación: El territorio es una construcción social a través del espacio tiempo; un constructo producto del accionar humano para apropiarse de los lugares. En el actual contexto de crisis de las relaciones capitalistas a escala glocal (Tomadoni, 2004), que transcurre en una fase de valorización financiera extrema, transformaciones en las formas de producción y consumo, transición energética y exacerbación de discursos necropolíticos, las problemáticas ambientales derivadas de un accionar reproductivo, complejo y conflictivo se han acelerado y amenazan el presente y el futuro.
Como producto de una reflexión ex-post de trabajos de investigación se propone para este texto tres objetivos: profundizar el análisis de conceptos y reflexiones en relación a la trialéctica espacio-tiempo-sociedad; actualizar esos conceptos enlazándolos con la propuesta de una nueva época; y verificar en casos relacionados a la producción social de viviendas, la fortaleza de esos conceptos a través de un ejemplo situado. La meta del escrito es brindar contenidos teórico-metodológicos en relación a los conceptos de espacio, territorio y ambiente y a otros derivados de estos. Desde un enfoque posdisciplinar (Laurelli y Tomadoni, 2014a y 2014b; Fuentes Navarro, 2020) se recurre a herramientas y prácticas analíticas de la historia, la geografía y la sociología; con una mirada crítica y decolonial (Escobar, 2016; de Sousa Santos y Meneses, 2014; Porto Gonçalves y Leff, 2015; Porto Gonçalves, 2001) se pone foco en problemas ambientales situados para ejemplificar los conceptos propuestos; y aprovechando las reflexiones sobre metodologías de investigación cualitativas y horizontales (Corona Berkin, 2019) se trabajan rupturas, continuidades y emergencias en una época de cambios profundos y acelerados que más allá de los debates sobre su denominación, capitaloceno/antropoceno (Villegas, 2021), señalan los desafíos que enfrenta la sociedad para el cuidado del planeta que habitamos.
Hacia un paradigma posdisciplinario
La posdisciplina implica cambios en las formas de comportamiento y aceptación de caminos ya transitados por investigadores e investigadoras y es una invitación a (im)pensar1 (Wallerstein, 1998, p. 3) conceptos, metodologías y saberes provenientes de los más diversos agentes sociales. (Im)pensar no es (re)pensar, esto es algo que normalmente se hace, señala Wallerstein, es una actitud que ya está presente en la práctica de las personas que investigan. Para transitar un cambio de paradigma en el mundo de las ciencias es necesario (im)pensar, es decir, no pensar desde los conceptos y metodologías ya dados, sino desde nuevos lugares de rebeldía y transgresión con el fin de comenzar a (re)cargar y/o (re)chazar esos conceptos y metodologías en el caso de las prácticas científicas (Laurelli y Tomadoni, 2014a, p. 10) y avanzar hacia la innovación teórico-metodológica en un proceso de constante vigilancia epistemológica (Bachelard, 1979) y de estudios situados (Haraway, 1991).
El encuentro de nuevos paradigmas es un signo distintivo del siglo XXI y resulta de la búsqueda de nuevos caminos. Desarrollar y relacionar conceptos, metodologías y saberes de distintos orígenes con énfasis en los problemas a resolver y no en los límites disciplinares que podrían cercenar su análisis e interpretación es una actitud de rebeldía y de transgresión con la intención de romper bordes disciplinares y traspasar fronteras metodológicas. El conocimiento, avanza en cuanto se transgreden los paradigmas vigentes en busca de nuevas verdades, verdades no menos inesperadas y de difícil definición, sustentadas en la búsqueda de nuevas metodologías para interpretar las complejas configuraciones territoriales de este siglo (Laurelli y Tomadoni 2014a). Unas configuraciones que pueden ser abordadas desde formas de conocer científicas, artísticas y/o reveladas, tal como lo demuestra Wagensberg (2015, p. 277) cuando plantea que, si bien teóricamente se pueden definir como las tres únicas, en la práctica ninguna existe en forma pura en la creación de nuevos conocimientos, sino más bien existe una mezcla de las tres.
Acorde con estas ideas, una mirada crítica desde una lógica posdisciplinar sobre los escenarios del porvenir (Laurelli, 2008) implica aceptar la transversalidad del conocimiento, el diálogo de saberes entre agentes y los manejos de escalas y tiempos de manera simultánea, contradictoria, y transgresora. Desde una mirada posdisciplinar, Fuentes Navarro (2020, p. 4) afirma que “el mundo del conocimiento está siendo transformado de un modelo centrífugo a un modelo centrípeto” y coincide con Wallerstein cuando afirmaba que:
“Desde mediados del siglo XIX hasta aproximadamente 1970, en el sistema universitario mundial hubo facultades separadas para las ciencias naturales y para las humanidades, que jalaban epistemológicamente en direcciones opuestas, con las ciencias sociales atrapadas en medio y desgarradas por esas dos poderosas fuerzas. Hoy tenemos científicos de la complejidad que usan un lenguaje más consonante con el discurso de la ciencia social (la flecha del tiempo) y representantes de los estudios culturales que hacen lo mismo (el anclaje social de los valores y los juicios estéticos), y ambos grupos están ganando fuerza. El modelo se está haciendo centrípeto en el sentido de que los dos extremos (la ciencia y las humanidades) se están moviendo en la dirección del polo central intermedio (la ciencia social) y en alguna medida en los términos de ese centro” (2000, p. 31).
Fuentes Navarro (2020, p. 5) señala que este planteamiento sigue siendo útil a más de veinte años de su formulación y, si bien el autor lo plantea en relación a estrategias de articulación universidad-sociedad e investigación-formación profesional en el campo de estudios de la comunicación, con base en experiencias y debates concretamente situados, el planteo puede hacerse extensivo a otros campos.
Teniendo en cuenta este planteo, se afirma que la aproximación posdisciplinaria, ante la emergencia de procesos complejos como los que se plantean en el actual contexto de crisis múltiples, posibilita un abordaje integral de problemas de conocimiento situados. Desde hace ya tiempo las herramientas teórico-metodológicas de una disciplina o del juego interdisciplinario entre algunas disciplinas no alcanzan para investigar y comprender la complejidad de los problemas socio-ambientales-territoriales. En ese camino las premisas teórico-metodológicas tradicionales se han transformado en el proceso y se ha entrado en una “era postdisciplinaria” caracterizada por la creciente innovación metodológica, la incorporación de saberes de diferentes orígenes y la renovación conceptual.
Preguntas a propósito de las nociones de espacio, territorio y ambiente
A pesar de la actualización y la renovación desde perspectivas críticas aportadas por la geografía (Santos, 2000; Porto Gonçalves, 2001; Haesbaert, 2003; Zusman, 2018), la ecología política (Gudynas, 2009; Porto Gonçalves y Leff, 2015; Escobar, 2016) y la sociología (Bourdieu, 1988, 1995; Gutiérrez, 2005; Jurt, 2008), perduran aún en las miradas de investigadores e investigadoras de las ciencias sociales y humanas, nociones de espacio, territorio, y sucedáneamente, de ambiente como sinónimos, como si por tener propiedades parecidas pudiesen ser intercambiables y formuladas desde posiciones disciplinares sin las aproximaciones posdisciplinarias que se proponen.
Es relevante en momentos de crisis como el actual reflexionar sobre el uso de estas nociones y preguntarse entonces: ¿Cómo definir los conceptos de espacio, territorio y ambiente a partir de la consideración de una relación trialéctica espacio-tiempo-sociedad? ¿Qué son las territorialidades? ¿Por qué referir a territorios multiescala? ¿Cómo identificar constelación de agentes sociales, estrategias y lógicas que condicionan y/o posibilitan configuraciones territoriales? ¿Cómo ponderar los procesos de persistencias, cambios, aceleración y crisis en los procesos geohistóricos? ¿Por qué es necesario para las ciencias sociales y humanas contar con una mirada renovada sobre estos conceptos y relaciones de conceptos? Consideremos algunas aproximaciones a modo de respuestas.
Definiciones y metodologías en avance
El espacio es tiempo y el tiempo es espacio. El espaciotiempo (Tomadoni, 2007) es un complejo rugoso, no liso, compuesto de múltiples capas superpuestas e interconectadas construidas por las sociedades en su devenir. Milton Santos (1996, 2000) define al espacio geográfico como un híbrido producto de la relación dialéctica entre sistemas de objetos y sistemas de acciones, entre formas y contenidos, o lo que es lo mismo, entre configuración espacial y dinámica social. Para el geógrafo brasilero, el espacio es una totalidad. Tomando esta definición se propone avanzar en el concepto de formacontenidos que, como unidad de palabra, refiere tanto a la relación indivisible entre las partes constitutivas del espacio como a la unidad del espacio entendido como tiempo y viceversa. Para comprender esta unidad y explicar cómo se reproduce el espacio, los aportes de Pierre Bourdieu (1988, 1995) a través de los conceptos de estrategias, habitus y campo, posibilitan la interpretación de las dinámicas sociales que juegan en la configuración de esa totalidad denominada espacio.
El espaciotiempo es producto del trabajo humano de combinar bienes naturales y sociales. En él las formas son los materiales y los contenidos la argamasa que dan existencia a las formascontenidos. No existen formas sin contenidos como tampoco contenidos sin formas. Y esto es así porque las formacontenidos son el resultado de las diferentes maneras de apropiación que el ser humano ha construido para hacer propio un lugar a partir de las tecnologías que fue produciendo a lo largo de la historia. Desde la primera hacha neolítica hasta el más sofisticado instrumento digital, como la inteligencia artificial, muestran la intencionalidad humana por transformar los lugares y hacerlos propios en pos de la supervivencia.
Entonces, el espaciotiempo es una instancia social, es un proceso construido a través del trabajo. Este proceso considerado a diferentes escalas geográficas (Reboratti, 1999, p. 31-37) deriva en la noción de territorio. Así derivado, el territorio es una instancia que posee una existencia física como porción de espacio en determinadas coordenadas de tiempo y lugar; una existencia relacional a diferentes escalas por la vinculación con territorios contiguos o discontiguos; una existencia social en tanto construcción social a través del espaciotiempo; y una existencia emocional vinculada a la reproducción identitaria y afectiva de cada sociedad. Asimismo, el territorio es un proceso, producto de conflictos de intereses entre agentes sociales que muestran lógicas de reproducción hegemónicas (sistémicas) y contrahegemónicas (antisistémicas).
Además, el territorio es la acumulación situada de formacontenidos en determinadas coordenadas. Esta acumulación tanto visible como invisible muestra la dinámica de los lugares y deja al descubierto subjetividades y emocionalidades que se expresan en identidades, memorias, saberes y relaciones que hacen a la existencia diferenciada de los territorios. Una existencia diferenciada producto de las territorialidades –estrategias espacializadas– de todos los agentes que intervienen en su construcción (Tomadoni, 2007) y que se corresponden con los habitus (Bourdieu, 1995; Gutiérrez, 2005; Jurt, 2008) históricamente construidos por los agentes y con las condiciones del campo en las que se desenvuelven sus acciones. Estas territorialidades se entrecruzan y retroalimentan, o no, acorde a la convergencia o divergencia de intereses de los agentes. El derrotero de las territorialidades ayuda a identificar tipologías de lógicas de reproducción territorial.
Desde una aproximación posdisciplinar, cómo analizar e interpretar metodológicamente estas lógicas es una pregunta recurrente en las investigaciones con foco en las cuestiones territoriales. La complementación de conceptos críticos provenientes del campo de la geografía social latinoamericana y de categorías de la teoría de las praxis provenientes de la sociología europea son un camino posible pero no suficiente para dar respuestas tal como se demostró en el trabajo sobre “Regionalismo estratégico: una respuesta frente a la glocalización” (Tomadoni, 2016). Por un lado, porque las formas y los cuerpos (objetos y sujetos) y, por otro lado, los contenidos y las prácticas (dinámicas sociales), cada uno por separado no explican cómo se configuran, estructuran y modifican los territorios. Es necesario un análisis relacional e imbrincado de ambas partes para definir al territorio como una totalidad. En consecuencia, la consideración por separado lleva a análisis parcializados y a simplificaciones que no muestran la complejidad creciente de los territorios en el actual contexto de crisis acumulada y sostenida en el tiempo.
Esta compleja ontología del espacio, entendido a escala como territorio, tiene dos implicancias: por un lado, la consideración del territorio como un concepto metodológico “es decir, en función de la descripción y análisis de las territorialidades que describen los diferentes agentes sociales, en su juego por apropiarse de objetos naturales y sociales, construidos a través del espacio-tiempo y mediante el cual los agentes ejercen su poder” (Laurelli y Tomadoni, 2014a, p. 17); y por otro lado, puede ser un punto de partida para analizar las complejas relaciones naturaleza-sociedad y problematizar el concepto de ambiente (Reboratti, 1999; Leff, 1994; Porto Gonçalves y Leff, 2015) más allá de una relación dual.
En este punto se postula la necesidad epistemológica de superar el concepto dicotómico naturaleza-sociedad y transitar hacia una renovación conceptual basada en las siguientes premisas: los seres humanos son naturaleza en naturaleza, es decir, son naturaleza y se reproducen en ella (no están por fuera de ella como reyes dispuestos a la dominación). Así la reproducción implica cuidar y defender la esencia y existencia de los seres humanos organizados socialmente. En estos términos, la noción de sustentabilidad adquiere una dimensión de reproducción dinámica de la naturaleza-sociedad en el territorio a través del espacio tiempo para nos(otros)2, definición que incluye la noción trialéctica del ser: espacialidad, socialidad e historicidad (Soja, 1997, p. 72). Esta imbricación es el fundamento de la propuesta de Naturaleza Sociedad como una unidad conceptual. Una consecuencia teórica de esta consideración es que las afectaciones del ser humano sobre el ser humano también puedan ser consideradas problemas ambientales, al significar un atentado contra la naturaleza en naturaleza. Así, por ejemplo, procesos como la pobreza, la explotación laboral, el patriarcado, las migraciones e incluso, el cambio climático, cobran una dimensión de análisis ambiental más amplia y compleja.
Siguiendo esta línea de argumentación sobre la complejidad, el concepto de territorios multiescala aporta al análisis las formas y dinámicas que adquieren la articulación de lo global y lo local de los procesos de glocalización (Swyngedouw, 2004; Tomadoni, 2004) del capitalismo financiero (Harvey, 2004; Dörre, 2009) dejando al descubierto diferentes lógicas de reproducción que se producen en y desde los territorios.
Por un lado, existen lógicas de reproducción territorial sistémicas en las que se pueden observar dos tipos: lógicas de dominación, de agentes fuertes sobre débiles ejercida a través de diferentes formas y grados de violencia social; y lógicas de aceptación, de agentes débiles que obedecen y permiten el accionar prescripto por los fuertes. Básicamente, son lógicas que se explican por la cantidad de poder acumulado, o no, en el campo de la acción colectiva. No es cuestión de víctimas y victimarios sino de ejercicios de poder en el complejo mundo de la microfísica del poder (Foucault, 1992). Y por otro lado, existen lógicas territoriales antisistémicas que irrumpen y van transformado esa microfísica y en las que se pueden considerar diferentes tipos: lógicas de resistencias que implican el avance de la fuerza de víctimas que se revelan contra el sistema a través de la lucha; lógicas de organización que emergen de esa lucha y desarrollan nuevos mecanismos de acción resiliente; lógicas de alternativa que hacen de la acción no solo una protesta sino una propuesta; lógicas de innovación que recrean las propuestas a través de estrategias nuevas e inclusive disruptivas; y lógicas de activación que sintetizan todas las lógicas antisistémicas y movilizan hacia la acción política configurando movimientos, partidos, redes y asociaciones que promueven a lo político como camino hacia la transformación ante situaciones de crisis.
Crisis múltiple, capitaloceno e investigaciones situadas, horizontales y posdisciplinarias
Comprender la coexistencia de las lógicas de reproducción sistémicas y antisistémicas de los territorios en el actual contexto de aceleradas transformaciones puede ayudar a comprender el porqué de la actual crisis múltiple. Retomando definiciones realizadas por Tomadoni, Romero Grezzi y Chirino (2018, p. 57)
“la(s) crisis pueden ser definidas como procesos en los cuales entran en tensión situaciones que no encuentran soluciones y que acorde a la intensidad de la tensión pueden, no solo dañar, sino quebrar prácticas sociales, económicas y políticas establecidas, e incluso, generar nuevas prácticas. Esto permite entender que la sucesión de crisis no resueltas tiene un carácter acumulativo, lo cual dificulta su superación y choca contra los entramados de poder. La(s) crisis no son aisladas o de generación espontánea, tienen una génesis y se sustentan en una estructura que condiciona su resolución. Por ello, optamos por utilizar “la crisis” para referir a un momento agudo y “la(s) crisis” para referir al proceso, en tanto deja de ser una, para convertirse en una multiplicidad acumulada. La crisis no es una sino son múltiples3(...) La(s) crisis son situaciones variopintas donde participan una amplia constelación de agentes sociales que juegan sus cartas acordes a sus intereses y posiciones en el campo (Bourdieu, 1995) como también motivados por razones y emociones (Santos, 2000), que caracteriza al territorio donde interactúan como un campo de fuerzas de velocidades y aceleraciones desiguales”.
En la actualidad, las velocidades de esas fuerzas se han acelerado y se registra un proceso de profundización de las desigualdades sociales. En este marco, la noción de crisis múltiple permite mostrar la complejidad en la cual está inmersa el desarrollo de la historia de la humanidad. Los seres humanos están superpoblando el planeta e introduciendo a la atmósfera cantidades sin precedentes de CO2 mediante el uso masivo de combustibles fósiles y la extracción a gran escala de bienes no renovables. Se están cambiando de manera acelerada los territorios habitados y se multiplican las problemáticas ambientales. La contaminación del agua, el aire y el suelo, la deforestación, la degradación del hábitat urbano y rural, la sobreexplotación del trabajo humano, las migraciones, etc., forman parte de la crisis múltiple del sistema capitalista. Un proceso en el cual históricamente no todos tienen las mismas responsabilidades tanto en su producción como en la búsqueda de soluciones.
No obstante, las responsabilidades, es una evidencia que el sistema muestra un agotamiento y quienes han lucrado con él por siglos se organizan y recrudecen sus acciones, sin importarles el aumento de la desigualdad, el cambio climático, la hiperfragmentación social, etc., en el intento de mantener con vida a un sistema que está siendo condicionado y cuestionado por una naturaleza sociedad que marca límites. Así, por ejemplo, en el primer caso se puede prestar atención a las catástrofes climáticas recurrentes y, en el segundo, a las revueltas y manifestaciones sociales crecientes de los últimos años.
Entonces, sí el territorio es una construcción social a través del espaciotiempo en el juego de apropiación de los lugares, y las problemáticas ambientales derivadas de ese accionar son acuciantes dada la "gran aceleración", es un imperativo de época que las ciencias sociales y humanas realicen aportes innovadores no solo desde sus análisis sino también hacia las posibles transferencias en políticas a diferentes niveles de acción. Por un lado, para comprender qué implica la nueva época denominada capitaloceno y sus procesos "sociogénicos” según Malm (2020, p. 426) o “capitalogénicos” según Moore (2017, p. 179) derivados de la acumulación de capital, y cuyos responsables son quienes han lucrado a través de la explotación de la naturaleza sociedad y la apropiación del trabajo de millones de personas durante siglos; y por otro lado, para buscar las conexiones espaciotemporales con los procesos de glocalización del capitalismo financiero de las últimas décadas que nos ha traído a la situación actual de crisis múltiple.
Esos aportes innovadores se pueden realizar mediante estudios situados (Haraway, 1991), horizontales (Corona Berkin, 2019) y postdisciplinarios (Laurelli y Tomadoni 2014a), que expliciten desde dónde, junto a quién y con qué “anteojos” conceptuales investigamos. De esta manera, las metodologías sinceran no solo los procesos sino también los resultados de las investigaciones.
Por ejemplo, investigar desde otros lugares: desde “afuera” y a través de otras pautas culturales y, desde “adentro” a través de las diferentes posiciones a las cuales se integran lxs investigadores posibilita análisis multidimensionales basados en dos principios: el respeto por el otro y las relaciones dialógicas y horizontales. Sin creer en la mirada objetiva desde afuera, ese desde “afuera” y la interacción entre (nos)otros enriquecen los análisis al permitir descubrir que lo obvio para algunos es lo diferente para otros. Ese reflexionar sobre lo propio desde la mirada del otro, es enriquecedor para valorar lo propio y acercarse a lo diferente. Así, al considerar la realidad con carácter relacional (Bourdieu, 1988) se pueden valorar cuidadosamente las diferencias y/o similitudes en sí y en relación a su génesis. Esta mirada no significa ganar lo que algunos denominan objetividad porque la subjetividad está siempre presente; más allá del acercamiento crítico y conceptual al contexto, la lectura de las realidades territoriales siempre está influida por las concepciones teórico-ideológicas de quienes las construyen y por las experiencias vividas en el proceso de investigación. La explicitación de estos condicionamientos son una gran fortaleza para los análisis de casos.4
Hábitat y viviendas. El porqué de un fracaso y una solución reticular en clave de crisis
En trabajos de investigación relacionados al desarrollo ambiental del territorio he prestado atención a la construcción social del hábitat. Partiendo de la premisa de que el hábitat como espacio sociocultural y promotor de la autorreproducción social hace a la producción de un ambiente saludable, he investigado sobre la producción de espacios públicos y vivienda social.5 Y es sobre estos temas que a modo de ejercicio quiero aplicar los conceptos propuestos en este texto. Así, introduzcamos el ejercicio de aplicación señalando que, en Argentina, la construcción de viviendas sociales a nivel macroeconómico no solo significa una dinamización de la actividad económica y aumento del empleo sino también es un factor de producción de espacio y hábitat urbanos. Enunciativamente las políticas habitacionales buscan construir viviendas para reducir la pobreza y las desigualdades. No obstante, de la planificación al acceso y disfrute de esas viviendas, se producen desfasajes que derivan en más pobreza para los destinatarios y no en solución de los problemas que se intentaban resolver: localización de sectores sociales vulnerables y de escasos recursos en lugares con mejoras ambientales que garantizaran el acceso al agua corriente y los servicios urbanos básicos.
Viviendas para el Municipio de Rawson (Provincia de San Juan), un caso situado
Hasta 2001, en Argentina, las viviendas se construían principalmente a través del Fondo Nacional de la Vivienda (FONAVI), administrado por las provincias a través de los Institutos Provinciales de Vivienda (IPV). En 2004, el gobierno nacional dispuso un cambio en la asignación y administración de recursos provenientes del Tesoro Nacional y puso en funcionamiento un Plan Federal de Viviendas como complemento del FONAVI. A partir de entonces se multiplicó la construcción de viviendas en todo el país.
En este contexto, un caso analizado por Tomadoni, Romero Grezzi y Chirino6 (2021a) fue la construcción de barrios de vivienda social en el Municipio de Rawson, provincia de San Juan. En 2004 el gobierno provincial declaró el estado de emergencia habitacional y lanzó el Programa “Vivienda Digna-Techo Seguro”, para sectores excluidos; apoyado, por un lado, en el beneficio preferencial del envío de fondos del gobierno nacional y, por otro lado, en el rápido crecimiento económico basado en la minería y sus servicios asociados. Paradójicamente, este crecimiento que supuso la disponibilidad de una gran cantidad de recursos públicos, mostró las debilidades de las políticas para orientar sus estrategias de desarrollo ambiental del territorio.
La falta de innovación en la planificación y la gestión de esos programas de viviendas llevó a que las relocalizaciones de asentamientos precarios se realizaran fundamentalmente en tres de los seis municipios que integran el área metropolitana de San Juan, lo que produjo cambios en su composición demográfica y socioeconómica. En el municipio de Rawson, uno de los más impactados por estas políticas, la expansión urbana avanzó sobre tierras agrícolas hacia el oeste (siempre escasas en el oasis del Tulum), mediante la construcción de múltiples barrios.
La localización de esta población generó conflictos, tanto en el interior de los nuevos barrios como entre estos y su entorno rural-urbano. Se consolidaron redes de riesgo vinculadas al narcotráfico y a prácticas delictivas, que derivaron en violencia dentro de los barrios y en sus alrededores. Esto provocó el abandono de tierras por parte de agroproductores y el cierre de instalaciones recreativas. La fragmentación espacial y la separación del resto de la ciudad afectaron las posibilidades locales de desarrollo social y económico y dificultaron el acceso al empleo y a los servicios públicos. La deficiente calidad del espacio público condicionó la interacción social, la apropiación comunitaria y la emergencia de procesos organizativos.
Esta situación –similar a la acontecida en los últimos años en las periferias urbanas de diversas ciudades de Argentina– demuestra que, a pesar de los esfuerzos realizados y los logros obtenidos en términos cuantitativos y cualitativos con las políticas habitacionales, en el escenario posterior a la crisis de 2001 no hubo grandes cambios en la concepción pública acerca del valor, significado y potencial que encierra la producción social de viviendas, la construcción de nuevos barrios, el uso de los espacios públicos y la complejidad urbana. Es decir que, lejos de solucionarse la(s) crisis ambientales en relación al hábitat, continuaron acumulándose factores para su reproducción.
A pesar de ofrecer mejores condiciones edilicias, los espacios fragmentados de sus entornos urbanos, las dificultades de acceso al mercado laboral, a servicios públicos y a transporte público no pensado para entramados periurbanos generaron nuevos problemas. Una de las primeras reacciones populares frente a esta situación desfavorable fue la autogestión del trabajo a través de la proliferación de puestos de comercialización informal, de prácticas de recolección de residuos para el reciclaje de organización de cooperativas de trabajo y producción.
Redes de riesgo y redes de contención
El ambiente social era desalentador con un crecimiento significativo de las redes de riesgo (Merklen, 2005). En 2012, una nueva gestión municipal promovió una modalidad innovadora de interacción, junto con referentes sociales del lugar, uno en representación de cada barrio. Mediante las acciones de diferentes áreas municipales comenzaron a emerger redes de contención a través de la formulación de talleres de participación, organización de jornadas recreativas y operativos integrales de asistencia en salud, registro de identidad, previsión social y asesoramiento nutricional.
A partir del diagnóstico surgido de estas acciones se creó un Centro de Prevención Local de Adicciones (CEPLA), para cuyo funcionamiento el municipio utilizó un predio sindical de la Federación de Obreros Empleados de Correos y Telecomunicaciones (FOECYT) y se vinculó con agentes del gobierno provincial y nacional. En este marco, la Universidad Nacional de San Juan, a través de sus investigadores, cumplió un rol muy importante en la generación de un territorio socioproductivo (Tomadoni, 2015) que, si bien no fue la solución a todos los problemas, produjo cambios en las formas de pensar el hábitat.
Ex-post del análisis se puede afirmar que el punto de partida del cambio fue la investigación que se generó en la interacción entre habitantes de los barrios, gestores públicos e investigadores e investigadoras. La solución fue en red. De este modo surgió un “Polo Cooperativo de Innovación Inclusiva” (PCII) que puede calificarse como producto de un paradigma posdisciplinario que entendió al desarrollo ambiental del territorio a partir de la búsqueda de mejores niveles de integración social. Esto fue posible al ponerse en el centro de la escena el problema a resolver: No basta con construir un receptáculo de material –vivienda– para solucionar los problemas de hábitat de la población, es necesario romper con el modelo de planificación racional de arriba hacia abajo.
Aproximación final: De la planificación al ordenamiento ambiental en clave de razón-emoción
Si consideramos la trayectoria del caso analizado a la conceptualización y viceversa, podemos concluir desde una mirada horizontal, situada y posdisciplinar que es necesario pasar de la planificación racional de los espacios a un ordenamiento ambiental del territorio en clave de razón-emoción.
El objeto (la vivienda) y el contenido (las dinámicas de los habitantes de la vivienda) configuraron un territorio construido socialmente a través de las relaciones entre los muchos agentes que habitaban e interactuaban en él a través de diferentes lógicas de apropiación. Las territorialidades a través de las cuales es posible observar esas lógicas fueron en un primer momento en contra de la existencia de los nuevos barrios porque primaron lógicas de reproducción hegemónicas y sistémicas. La irrupción de agentes públicos, (municipio y universidad) con miradas conceptuales y metodológicas renovadas desde lo socio-emocional, dejaron al descubierto lógicas territoriales antisistémicas de organización e innovación que determinaron un segundo momento donde la apropiación integral del territorio con cuidado y protección de un ambiente social generó el comienzo de soluciones.
En el momento de intervención en un territorio, al menos en Argentina, parece primar la razón en la planificación, ordenamiento y gestión del territorio. Desde la planificación racional, basada en lógicas de reproducción hegemónicas y sistémicas, se concibe al territorio como un soporte, una superficie, un escenario e incluso un telón de fondo sobre el cual se pueden construir objetos materiales: viviendas, plazas, calles, escuelas, hospitales, equipamientos, como si la sola construcción pudiese generar calidad de vida para los destinatarios de esos objetos. El hábitat es otra cosa. La noción de hábitat implica una mirada y una acción equilibrada entre razón y emoción.
Hablar de emoción es considerar a los agentes sociales con sus deseos, sentimientos, expectativas, temores, conflictos, ilusiones, sueños e identificaciones. Todos ellos imprimen dinámicas a los objetos construidos y por construir. Comprender la relación indisociable entre emoción y razón en los procesos de planificación y gestión es clave para el éxito de proyectos territoriales. Aquí es clave el empoderamiento de aquellos agentes sociales con territorialidades antisistémicas. Pues sino, de qué sirve una vivienda concebida como una “caja de zapatos”, valga la comparación pero algunas se le asemejan, sino no se le permite soñar a sus habitantes con la posibilidad de ampliar su familia; de qué sirve una plaza sino se la puede disfrutar por la inseguridad; de qué sirve un edificio nuevo para una escuela si en ella no se pueden discutir democráticamente los saberes; de qué sirve una ciclovía o una calle asfaltada si no acortan el camino del trabajo a la casa (Tomadoni, 2021b). Estos cuestionamientos faltaron en Rawson en un primer momento.
Por ello, la planificación y gestión que integra el binomio razón-emoción como concepto motivador de la acción, lleva a diferentes consideraciones como que las decisiones políticas están al servicio del ciudadano y no del invisible mercado, que todos los agentes sociales involucrados en el proceso poseen diferentes modalidades y ritmos en sus territorialidades y que existen presupuestos financieros acotados acorde a la disponibilidad de recursos propios o crediticios. A partir de todo esto es posible construir otros tipos de hábitat. Dicho esto, se puede concluir que el hábitat es un lugar, pero no cualquier lugar sino aquel donde la confluencia de razón y emoción posibilita que objetos materiales e inmateriales (formas) y los agentes sociales con sus subjetividades (contenidos) puedan generar espacios con calidad de vida para el cuidado ambiental del territorio.
En el actual contexto de degradación de los lugares habitados, investigar, planificar y gestionar soluciones habitacionales considerando problemas correlacionados tales como: segregación residencial, acceso a servicios básicos, vulnerabilidad social, acceso al mercado de trabajo, hábitat saludable, justicia territorial, entre otros, es una contribución desde las políticas de viviendas a la reducción del impacto humano sobre los lugares que todos habitamos.
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Notas
Recepción: 23 Septiembre 2024
Aprobación: 30 Septiembre 2024
Publicación: 01 Noviembre 2024